Valentina es muy Valiente. Cuento de las Flores de Bach

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? Flores de Bach. Cuento

Nos toca otra vez un cuento con vacas…. La verdad es que tengo un trato especial con las vacas. De pequeña me encantaba quedarme con mis amigos campesinos en la granja mientras las ordeñaban. En invierno era muy acogedor: el calor desprendido por esos animales me hacía sentir la mar de bien…A quien no le gustaba tanto era mi madre ya que volvía a casa con un olor, digamos…muy fuerte…

Como con el pequeño becerro este cuento os puede ayudar a entender las Flores de Bach, ya que hablamos de emociones.

Valentina es muy valiente

Valentina es una vaca preciosa. Tiene manchitas negras y blancas pero sobre todo tiene unos ojos muy tiernos lo que hace de ella una vaca muy especial.

A Valentina le gusta pastar en el campo con sus amigas. Normal, es una vaca y a las vacas les gusta pastar…

Lo que pasa, es que cuando acababa de pastar le ocurre algo muy especial: ¡recoge margaritas!

Sí, así como lo oyes, a Valentina le gusta recoger margaritas para hacer ramos… ramos pequeños, ramos medianos, ramos grandes… de todos los tamaños pero con margaritas. A sus amigas les parece muy extraño que una vaca se dedique a recoger flores para hacer ramos: la miran, la observan, hasta la más mayor de las vacas, Ernestina se lo ha comentado un día:

– Valentina, esto de recoger margaritas para hacer ramos de flores no es digno de una vaca. Lo tuyo es comerlas y rumiarlas y ya está.

Valentina le sonrió y le propuso hacerle un ramito sólo para ella. Ernestina se enfadó y se fue refunfuñando.

Así que Valentina no le hizo caso, no quería dejar de hacer ramos, de admirar el color de las flores, de disfrutar con estas margaritas que eran como pequeños soles. Además le hacían soñar, soñar de un país maravilloso donde hubiese margaritas todo el año. No iba a dejar lo que más le gustaba sólo porque no le parecía correcto a una vieja vaca como Ernestina.

Un día mientras comía en un prado de hierbas frescas, sin margaritas por supuesto, ya que nunca se le hubiese ocurrido comerse una margarita, Valentina vio algo que le pareció tan bonito como una margarita.

Ese día pasaba en su bici la señora Rosa. Rosa era una mujer encantadora, siempre tenía una palabra bonita para Valentina y esto a nuestra vaquita le encantaba.

Así que ese día cuando la señora Rosa se acercó a ella para decirle lo guapa que estaba, Valentina no contestó: se quedó boca abierta y se le cayó la hierba de la boca.

– ¿Qué te pasa Valentina? ¿Algo va mal?

Valentina no podía dejar de observar la cabeza de la señora Rosa. Esta por fin se enteró:

– ¡Ah! Ya entiendo…. ¡Te gusta mi sombrero!

Efectivamente Valentina se había quedado impresionada por el sombrero de paja que llevaba la señora Valentina.

Al ver que la vaca no le contestaba (vale, Valentina no habla como nosotros pero sus Múúú…, son muy expresivos) la señora Rosa sonrió y le dijo:

– Pásate por casa esta tarde y te enseñaré mi colección de sombreros.

Valentina no se lo podía creer: ¡una colección de sombreros! Debía de ser algo extraordinario…

¡Por supuesto que iría!… y se lo hizo saber con el múúú más bonito que se había oído nunca. La señora Rosa se fue riendo pedaleando con su sombrero de paja al viento y saludando a las otras vacas avergonzadas por los mugidos y saltos que daba Valentina por todo el campo.

La mañana pasó rápido ya que Valentina quería preparar para su amiga un ramo de margaritas precioso… y lo consiguió.

Así que por la tarde, mientras sus amigas aburridas de comer se quedaron quietas en la hierba, Valentina escapó y se fue corriendo hasta la casa de la señora Rosa. Cuando llegó la señora Rosa estaba tomando el té en su terraza. Valentina es una vaca muy especial, de acuerdo, pero no tan especial como para tomar un té. Así que esperó pacientemente a que su amiga haya acabado y la siguió hasta el salón. La verdad es que Valentina no pudo entrar en el salón y asomó la cabeza por la ventana.

Y vió algo extraordinario: montones de sombreros tapizando los muros del salón: sombreros de paja, de pana, de fieltro,… grandes, pequeños, con sombrillas, de todos los colores…. ¡Una maravilla!

Su amiga, al ver la cara de sorpresa de Valentina se reía y se probó uno a uno todos los sombreros. Cuando ya no quedaban más sombreros para probarse, se dio cuenta de que la expresión de Valentina había cambiado. Estaba triste.

– Valentina, ¿qué te ocurre? Pensaba que te gustaba mi colección…

Y Valentina le dijo que: múúu. Lo que significa que sí, mucho..

– ¿Entonces?…

Menos mal, la señora Rosa era una mujer muy sensible y muy lista:

– ¡ Ya entiendo! ¡Tu también quieres un sombrero!…

Por supuesto era lo que más deseaba Valentina… pero lo veía como imposible: todos los sombreros eran pequeñitos, pequeñitos…. Nunca podría llevarse uno.

Es que además de sensible y lista la señora Rosa era imaginativa y atrevida:

– ¡Ya veo…! Un cráneo alargado… dos orejas,… dos cuernecitos… humm… ¡ ya veo !

Valentina la miraba sin entender. La señora Rosa sacó una cinta y empezó a anotar en su cuadernillo cosas raras hablando sola: mmm… entre orejas: 20 centímetros…ancho de las orejas: 12…

Con su cinta le rodeaba la cabeza, por delante, por detrás…. Valentina no se atrevía a decir nada, ni un pequeño múú… era tan extraño. Casi se le había pasado la tristeza.

Al cabo de un rato, que le pareció bastante largo a Valentina, ya que la señora Rosa estaba dando vueltas por el salón, abriendo cajones, sacando telas, hilos,… la señora Rosa le dijo algo maravilloso:

-¡Bien, Valentina! El martes de la semana próxima estará listo.

Esta vez Valentina no entendía ni el más sencillo mú.

Al ver su cara de desconcierto la señora Rosa añadió muy despacito para que Valentina no se desmaye de alegría:

¡estará listo tu s..o..m..b..r..e..r..o…!

Valentina tardó bastante en enterarse pero cuando por fín lo pilló se sintió ligera como una pluma (y esto no es frecuente para una vaca). Se despidió de su amiga con alegría, saltando por todo el jardín, moviendo la cola de derecha a izquierda,…¡Hasta la mosca Roberta que la seguía en todas sus aventuras se quedó mareada de tanto alboroto!…

De vuelta a la granja Valentina tuvo que soportar las críticas de las otras vacas … Que si nunca una vaca se había puesto sombrero… que así nunca le gustaría a nadie… que si su leche iba a cambiar de sabor…que si…que si…

Valentina las escuchaba y sabía que nada la haría cambiar de opinión. Sabía lo que la haría feliz de verdad y no lo podía dejar por unas críticas de gente miedosa.

Al cabo de una semana llegó el gran día: Valentina estaba muy nerviosa, las otras vacas la miraban de reojo, y se fue hasta la casa de su amiga. Empezaba a dudar: ¿cómo le sentiría el sombrero? ¿ iba a parecer ridícula…? Pensó en volver a la granja, así nadie se burlaría de ella … y ¡no! No se iba a estropear la alegría de su vida por unas vacas incapaces de entender su manera de ser.

Llegó a casa de la señora Rosa. La señora Rosa la estaba esperando en el salón. Tenía un paquete que le parecía enorme en las manos con una cinta de tela rosa. Saludó a Valentina y sin decirle nada le entregó el paquete.

Sin palabras, no hacía falta.

Delicadamente Valentina deshizo con su boca el nudo y abrió el paquete…

Y apareció el sombrero más original y bonito del mundo: de tela amarilla, con dos agujeros para las orejas, y dos más chiquitines para sus cuernecitos… y con un lazo de color blanco para atarlo debajo de la barbilla… ¡Era … un sombrero-margarita!

La señora Rosa lo sacó del cartón. Valentina bajó la cabeza y su amiga se le colocó y se lo ató. Después hizo un gesto para indicar a Valentina el espejo del salón. Tímidamente Valentina levantó la cabeza y vió… a la vaca más guapa que había visto nunca y entendió que todo había merecido la pena: la espera, aguantar las burlas, las dudas…

Miró a su amiga y le dedicó un múúúúúúúúúúúúú que hizo palidecer de envidia a todas las vacas de la comarca cuando lo oyeron.

Su amiga la señora Rosa cogió una margarita del ramo que le había regalado Valentina y se la colocó en el sombrero.

A partir de ese día ninguna vaca se burló más de Valentina y Valentina sabe que a veces sus amigas se asoman al salón de la señora Rosa para admirar su colección de sombreros…

Otra cosa: la vaca Ernestina esta pensando en ponerse un delantal color frambuesa…

Como Ernestina no podemos compartir todos nuestros sueños con la gente que nos rodea. Es importante vivirlos ya que son la esencia de nuestro ser. Para ello hace falta coraje y no dejarse influenciar por los demás.

Los niños lo tienen difícil: los padres les aconsejan, los abuelos les aconsejan, los profesores, los amigos… y todos por su bien…

Las flores de Bach les ayudan en esos momentos: el Nogal permite protegernos de las influencias de los demás y actuar en función de lo que sentimos. Esta esencia es muy importante en todos los cambios de la vida, en momentos decisivos donde uno tiene que tomar decisiones o vivir cambios importantes. Por ejemplo un adolescente sabe perfectamente lo que le gusta o no, pero a la hora de decidirse la influencia de mamá-dentista o de papá-camionero será quizás más fuerte que el deseo de entrar en Bellas Artes…

El Alerce nos ayudará a superar nuestros miedos que nos pueden hacer flanquear en momentos dados, cuando nos falta poco para dar el último paso y dudamos, cuando de repente cada obstáculo nos parece insuperable. Un niño está decidido en apuntarse por fín a la escuela de baile que tanto le gusta y en el último momento dice que ya no le interesa… por falta de autoconfianza.

Como padres, amigos, nuestro deber es no dejarnos llevar por la crítica destructiva. Es necesario reconocerla y el Haya nos ayudará a aconsejar a nuestros seres queridos sin dañarlos, sin cortarles las alas. Una cosa es avisar de un peligro real y otra asustar para que el otro tome la decisión que nos conviene a nosotros.

Aprender a aceptar al otro, tal como es el mejor regalo que le podemos ofrecer a nuestros seres queridos. Y por supuesto aceptarnos a nosotros mismos tal como somos.

Laure Ferrié

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